lunes, 16 de septiembre de 2019

Cuando era un crimen ser cristiano

Por Altagracia Pérez Pytel, escritora dominicana residente en Eslovaquia.
Foto: Martin Pytel

Uno de las esculturas más impresionantes que se encuentran en las Catacumbas de San Calixto, Italia, es el martirio de Santa Cecilia, de Stefano Moderno.


Considerada esta escultura como una muestra del arte barroco, nos impacta con su singular expresión de abandono ante el suplicio. Nos acerca a la idea de languidez de un momento doloroso, pero también nos hace reflexionar sobre la capacidad de constatar la convicción y desprendimiento de que sólo son capaces las almas nobles y heroicas.


En un momento relativo como lo es el nuestro, cuando podemos decir fácilmente que somos, sin a las claras ser perseguidos, nos lleva a meditar cuántos seríamos capaces de ser fieles a Dios, si tuviésemos que pasar por tal prueba.


Según se cuenta, esta escultura fue modelada sobre el cuerpo de la santa, cuando se abrió su tumba en 1595. La estatua evidencia la decapitación, lo que ayuda a la identificación de la santa. Además demuestra la supuesta incorruptibilidad de su cuerpo (atributo de los santos), el cual, milagrosamente, aún conserva sangre después de siglos*.


Aunque no hay una cronología exacta de su vida, pero de acuerdo a registros de la edad media, Cecilia, fue una noble romana, convertida al cristianismo y martirizada por su fe, entre los años 180 y 230. Aunque algunos registros también sitúan su martirio, durante la persecución de Diocleciano.

*Datos de la enciclopedia Católica

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