viernes, 17 de septiembre de 2010

A PESAR


Por Altagracia Pérez Pytel

Fotos: Martin Pytel 

pesar de la lucha diaria por el pan, 
De la monotonía de lo Standard,
De tener que asumir lo establecido: creencias, 
costumbres e ideologías.
De las guerras,  

De la  pobreza que margina, y destruye millones de vidas.
Del arropamiento tecnológico
y el dopaje de los social medias,
el ser humano aún  reflexiona sobre sí,
aún cuestiona  constantemente sobre su paso por la existencia.  



Es la condición humana frente a su realización o sufrimiento. 

Hay una rebeldía que subyace en cada mujer, en cada hombre,
es su desconcierto ante la realidad del existir.

Manifiesto en mayor o menor grado, cada uno buscará expresarlo a su
manera.  

Quizás,  los artistas son los más privilegiados,  en el momento
de encontrar
herramientas para desahogar su reacción ante el vivir. Pues les ha
sido dado una talentosa e inusual  vía de comunicarse: el Arte.


OBRAS PICTORICAS DE IGOR PIACKA





Obras del artista checoeslovaco Igor Piačka, expuestas en el Castillo de Bratislava, Octubre del aňo  2006. 










Obras de la artista polaca Joanna Jedrusik,  presentadas en su exhibición “Bodegones” en el instituto polaco de Bratislava, Julio 2010.

En los trabajos de  Joanna como los de Igor, se advierte la pericia de  la técnica, manejan con habilidad  signos y símbolos, que establecen un mensaje para provocar al espectador a reflexionar. Entre juegos de colores y  materiales y la estética, está el empleo de imágenes fuertes,  un concepto pertubador y transgresor, sobre situaciones que subyugan la vida humana.


miércoles, 19 de mayo de 2010

De Praga a Viena

Por Altagracia Pérez Pytel

Fotos: Martin Pytel



De Praga a Viena unos 300 kilómetros, aproximadamente. En una noche de este pasado invierno, me ha tocado la experiencia de recorrer esa distancia en auto. Mientas nos dirigíamos al Hotel donde pernoctaríamos, escuchando  la radio, me detuve ante las canciones del folclor checo. Dominada por la dulzura que emanaban de aquellas voces algo rústicas, meditaba sobre las posiciones geográficas, los límites territoriales que definen los países, y lo que implica un cuerpo de personas agrupadas como nación, bajo una misma una lengua: alfabetos, letras y sonidos ancestrales; símbolos con fuerzas propias para prohijar un universo único, y diverso, al propio tiempo: la identidad que almacena un mundo tan complejo como es la Cultura.




Mi mente sin embargo, viajó de repente hacia lo que había encontrado en mi recorrido por Praga. En las calles cercanas al Reloj Astronómico Orloj, un músico callejero trataba de ganar su sustento imantando a los transeúntes, con su instrumento exótico que despedía para mí una música sigilosa, misteriosa. Un hombre con pelo gris y la frente y mejillas ya surcadas por arrugas y por ratos con aquella voz tan achicada en su lengua, recreaba un ambiente muy lejano.





Mientras que algunos turistas intrigados se asomaban a contemplar y arrojar sus monedas, -de repente comprendí-, que la voz del músico nos colocaba a muchas leguas de distancia, quizás a la India o a las tierras del desierto del Sahara. Una lengua expone la esencia de un pueblo, única y compacta, e incambiable, y alguien ya dijo como irrebatible verdad, que quien olvida su lengua, pierde su verdadera identidad. Pero la música no tiene límites, rompe todas las fronteras del tiempo, el espacio y transforma el espíritu.